Son innumerables las muestras de penitencia que los fieles suelen realizar en Cuaresma y Semana Santa. Las calles se llenan de las llamadas procesiones penitenciales y las iglesias se abarrotan de peregrinos y penitentes. Son muestras de fe sincera y sencilla, que debemos valorar, acompañar y purificar cuando se alejan de su objetivo. Es el camino hacia Dios que el pueblo humilde nos señala.
“El camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual”.
“La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna” (P. Francisco, Mensaje de Cuaresma 2019).
Nos recuerda también el Papa Francisco en su mensaje cuaresmal que ayunar, es aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón. Que debemos orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia. Y dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad. Lamentablemente, en numerosas ocasiones nos alejamos del camino de Dios y tomamos otros rumbos que nos llevan a realizar acciones inadecuadas que no están de acuerdo con el plan divino.
Que nuestra Cuaresma suponga recorrer el camino del Nazareno, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación. No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión, dejando de lado nuestros intereses personales, poniéndonos en las manos de Dios para que nos guíe por el camino del bien. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. 
                
 
            
            
        
         



















































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