Para esta Navidad 2019, el Papa Francisco nos regala una hermosa Carta Apostólica sobre el significado y el valor del belén, titulada “Admirabile signum”.
Delante del pesebre descubrimos la importancia del silencio y la oración para contemplar el tierno rostro de Jesús que, nacido en la pobreza, comparte nuestra humanidad y nuestra vida. Es un signo de la cercanía de Dios, que nunca nos deja solos y nos acompaña en nuestras alegrías y tristezas. La sonrisa del Niño Jesús, en el centro del pesebre, ilumina la noche de nuestra vida y llena de alegría los corazones de quienes se sienten amados de Dios.
Sobre la tradición del Pesebre navideño, que se inició san Francisco de Asís, nos dice el Santo Padre que presenta el misterio de la Encarnación con sencillez y alegría. Nos alienta a seguir realizándolo en nuestras familias, en los lugares de trabajo, en las escuelas y hospitales, en las cárceles y en las plazas. Preparado por los niños, padres y abuelos, es una eficaz forma de evangelizar a los más pequeños y a toda la familia, utilizando esta alegre tradición que contiene una rica espiritualidad popular.
El misterio de la Encarnación y el misterio de la Eucaristía nos hablan de una misma persona, porque el Niño Jesús en el pesebre, que se entrega como salvador del mundo, es el mismo que se nos da como alimento espiritual en la Eucaristía.
San Francisco quería contemplar de alguna manera con sus ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno. Su deseo era vivir intensamente el misterio de la Encarnación y tomar parte en este acontecimiento. Así nace esta tradición: todos alrededor de la gruta y llenos de alegría, sin distancia alguna entre el acontecimiento que se cumple y cuantos participan en el misterio. De esta manera el santo de Asís representó con sencillez la belleza de nuestra fe católica.
Con el Papa Francisco nos preguntamos hoy ¿Por qué el belén suscita tanto asombro y nos conmueve?
En primer lugar, porque manifiesta la ternura de Dios. Él, el Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. La ternura del Niño Dios no asusta a nadie, más bien atrae y nos impulsa a acoger el verdadero amor.
Porque Jesús es fuente y protección de cada vida, signo que nos llama a defender la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
Él es Dios que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros.
El pesebre nos ayuda a vivir la historia que ocurrió en Belén. Invita a sentirnos implicados en la historia de la salvación, contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos contextos históricos y culturales.
Es una llamada a seguir a Jesús en el camino de la humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos más necesitados.


















































