: “Estoy muy contento de ser sacerdote para el Señor y para la Iglesia. Solo le pido más vida y salud para seguir sirviéndole. Agradezco a Dios por haberme dado esta vocación”.
El P. Jorge Agurto, párroco de San Gabriel de Chaucha, celebrará el 13 de septiembre 25 años de ordenación sacerdotal. Proviene de una familia muy católica y trabajadora. Nació en Zapotillo, Loja. Es el quinto de 12 hermanos.
Recuerda que sus padres tenían una relación muy cercana con sacerdotes y religiosas de su localidad. Así nacería su vocación al sacerdocio.
En su tierra natal ingresó al seminario mayor Reina del Cisne en el año 1993 donde realizó sus estudios filosóficos y teológicos. El 13 de septiembre del 2000 fue ordenado sacerdote en la Catedral de Loja, por Monseñor Hugolino Cerasuolo. Su primera misa la celebró en su pueblo natal. Fue una bendición de Dios única, que hasta hoy la recuerda con gratitud.
Dice que es sacerdote solo por la gracia de Dios. Su vocación inició por las misiones. Estuvo en Guayaquil y Sucumbíos. En esta última provincia la comunidad le decía que tenga cuidado con la guerrilla. No obstante, para el padre Agurto la experiencia en esta zona fue muy hermosa. A pesar de las dificultades se sentía contento con los laicos, visitando las comunidades atendiéndolas, escuchándolas y llevándoles la Eucaristía. “Cada realidad es diferente y única, pero ayuda y abre la visión de la Iglesia que es universal. Trabajamos para Dios, para la Iglesia. Esa es nuestra vocación”, comenta.
Tiene mucho cariño por los santos ecuatorianos y un afecto especial por el santo Hermano Miguel. Antes de llegar al Azuay sirvió en Cariamanga, Macará y Saraguro. Participó en una misa de confirmaciones en La Unión, con Mons. Marcos Pérez, en el año 2022, y fue allí donde le pidió la oportunidad para hacer una experiencia misionera en Azuay.
Así comenzó su servicio en esta provincia. Estuvo en San Felipe de Oña, Ponce Enríquez y hoy cumplirá un año en Chaucha.
Si nosotros respondemos al Señor con generosidad, siempre vamos a ser bendecidos. Vamos a tener salud, bienestar y seremos recompensados por Él.
A los jóvenes les dice que no tengan miedo de decirle sí al Señor, porque Él siempre nos dará la gracia de ser sacerdotes alegres. “Vale la pena seguirlo, porque nos dará lo más importante: su amor”, concluye.


































































